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Índice de masa corporal

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La medida de la obesidad se determina mediante el índice de masa corporal o IMC, cuya fórmula se calcula dividiendo los kilogramos de peso por el cuadrado de la estatura en metros (IMC = peso [kg]/ estatura [m2]).

Esta fórmula es la estandarizada por la Organización Mundial de la Salud y el Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre de los Estados Unidos (NHLBI), y tras ellos el resto de instituciones de salud pública nacionales de todos los países occidentales.

Como consecuencia, el sobrepeso ha pasado a estandarizarse como un IMC superior a 25 (zona marrón claro, marrón oscuro y rojo), y se entiende que una persona es obesa si su IMC es superior a 30, según los estándares de salud. Puedes calcular tu IMC fácilmente con la tabla oficial de la Organización Mundial de la Salud que se encuentra a continuación.

Cuando tu IMC está por debajo de 18 indica que el peso es bajo (zonas azules en la tabla), y sería conveniente valorar con un profesional de la salud los motivos por los cuales ese peso está bajo.

Un IMC entre 18 y 24 indican un peso normal y correcto para la estatura que se tiene (zona verde en la tabla), en el que debe mantenerse siempre. Si se aprecian variaciones, debe calcularse el IMC con cierta frecuencia.

Tabla oficial del IMC de la OMS

La pre-obesidad se encuentra en un IMC entre 25 y 29 (zona marrón claro) e indica un peso superior al recomendado para una salud correcta. En esta zona todavía no sería necesario acudir a un profesional endocrino de la salud, aunque sí debe comenzar una dieta moderada, y acudir al gimnasio al menos 30 m. al día.

La obesidad de clase I se encuentra en un IMC entre 30 y 34 (zona marrón intermedio) e indica que debe consultar con un profesional endocrino de la salud para descartar patologías que puedan estar condicionando el exceso de peso, y programar una dieta apropiada. Si esta zona marrón la asistencia regular al gimnasio, al menos durante 45 m. al día está muy indicada.

La obesidad de clase II se encuentra en un IMC entre 35 y 39 (zona marrón anaranjado) e indica la predisposición a padecer enfermedades metabólicas graves si no se reduce el peso con prontitud. En esta zona la consulta con un profesional endocrino de la salud está obligada. El seguimiento de una dieta bastante estricta va a resultar imprescindible, y debe asistir al gimnasio con regularidad, al menos durante 60 minutos al día.

La obesidad de clase III o obesidad mórbida se encuentra en un IMC entre 40 y 47 (zona roja) e indica un severo peligro para la salud. Debe contactar inmediatamente con un profesional endocrino de la salud, que posiblemente indicará una cirugía gástrica, además de un alimentación estricta (con peso medido), y una vez el tratamiento médico se lo permita, asistir al gimnasio al menos 2 horas al día.

¿Cual es el IMC correcto?

Un IMC correcto o peso ideal se considera entre 18 y 24 (zona verde). En esta situación las personas no necesitan seguir ningún tipo de dieta (excepto intolerancias alimentarias), y aunque el ejercicio físico está siempre recomendado, no es necesario para su salud, por tanto cualquier actividad física propiciará una forma física mejor que la actual, pero no tiene porqué seguir ninguna resolución médica (excepto patologías que lo indiquen). Peso ideal o IMC correcto no significa que tenga buena forma física.

El índice de masa corporal o IMC es un estandard aceptado por la mayoría de las instituciones de salud deportiva como una tabla de medida básica respecto del nivel de grasa corporal, pero también como una de las herramientas más universalizadas para la detección de la obesidad. El IMC se utiliza de forma amplia como factor de riesgo en el desarrollo y la prevalencia de diferentes enfermedades, aunque también para diseñar las diferentes políticas de salud.


Aunque el IMC es útil en estudios epidemiológicos, los últimos estudios indican que tiene un valor predictivo limitado en la estimación clínica de la grasa corporal, la masa ósea y la masa magra a nivel individual. Las últimas evidencias indican que hay una amplia gama de factores que el IMC no contempla, como el porcentaje de grasa corporal (GC) y que presentan riesgo de mortalidad, por tanto no debería ser utilizado como herramienta única para tomar decisiones diagnósticas clínicamente relevantes.

El IMC no distingue entre una masa libre de grasa donde se incluye el hueso y una masa grasa, ni tampoco la distribución de la misma, obteniendo en ocasiones valores confusos como por ejemplo en la grasa abdominal, y más específicamente grasa la intra-abdominal, y también en la grasa de la región glúteo femoral, que podrían tener un impacto incluso mayor para la salud. Por tanto, debe entenderse que la distribución de la grasa tiene una influencia mayor en el riesgo cardio-metabólico que el IMC no considera.

Tanto la masa muscular como el hueso han demostrando su importancia a la hora de considerar la salud cardio-metabólica, al ser ambos reguladores del metabolismo, y tener consecuentemente un papel más que relevante en la salud. En cualquier caso, hueso y músculo no sólo están conectados por sus respectivas superficies adyacentes, sino que también lo están química y metabólicamente, hasta el punto de que algunos autores ha llegado a plantear si quizás la sarcopenia y la osteoporosis no serían posiblemente ambas caras de la misma moneda.

Puesto que el IMC no discrimina entre masa muscular y masa grasa, supone un hándicap evaluativo, ya que ambos factores podrían suponer un impacto opuesto en la salud, y conlleva que no se identifiquen adecuadamente las personas con exceso de grasa, sabiendo además que la obesidad, muy lejos de ser un factor protector del hueso, es una condición de impacto deletéreo sobre el mismo, y un factor de riesgo más en lo que a osteoporosis se refiere.

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Los grandes olvidados por el IMC

El IMC es una herramienta genérica de valoración respecto a la salud que se ha olvidado de otros factores que resultan también muy condicionantes el fitness cardio-respiratorio y la fuerza muscular.

El fitness cardio-respiratorio o FCR se entiende como un componente de la condición física que el IMC no contempla, y que se define como la habilidad integrada del sistema respiratorio, cardio-circulatorio y muscular de transportar y usar oxígeno en cualquier actividad soportada, que se mide en mililitros/min/kg de peso corporal, el cual está determinado a su vez por la interacción de diferentes factores como la peculiaridad de la actividad física concreta, la edad, el sexo, la raza, la genética, la masa muscular y adiposa, así como la salud cardio-respiratoria y vascular de la persona.

El sedentarismo unido a un FCR bajo está reconocido como el factor de riesgo más relevante para padecer enfermedades cardio-vasculares. Por el contrario, mucha actividad física y un FCR alto neutralizan en buena parte los efectos adversos del exceso de grasa que suponen riesgo cardio-vascular, así como riesgo de hipertensión, de síndrome metabólico, y de diabetes mellitus del tipo II. Por tanto, el FCR es una herramienta de predicción de gran valor respecto a un posible desarrollo de patologías por cualquiera de estas causas, con independencia de la actividad física soportada.

La fuerza muscular es otro factor olvidado por el IMC, y que se establece como un marcador de la salud fulcral, al ser un componente esencial de la condición física junto al FCR, de hecho, la suma de ambos factores genera un factor de protección más alto contra el riesgo de muerte por cualquier causa, o específicamente debida a un evento cardio-vascular que si se evalúan de forma aislada.

El factor de la fuerza muscular, raramente se contempla y se habla muy poco de el, sin embargo existe suficiente evidencia clínica para afirmar que un entrenamiento de fuerza es cardio-saludable incluso en condiciones extremas, como sería tras un accidente cardio-vascular. Específicamente el entrenamiento con mancuernas, barras y máquinas lastradas en el gimnasio resulta altamente indicado para una apropiada salud cardio-vascular.

Pese a que la masa muscular goza de una gran importancia a la hora de evaluar la salud de una persona, y por ende la fuerza muscular que de ella se desprende, la carencia de ambas precipita la sarcopenia, hoy aceptada como entidad patológica relevante. No debe olvidarse que la fuerza muscular es una clara manifestación de la funcionalidad del tejido musculo-esquelético, y por tanto, un valor independiente a la masa muscular, dejando claro que la pérdida de masa muscular y de fuerza muscular no van en paralelo.

Por ejemplo, la pérdida de fuerza muscular en la población geriátrica es de 2 a 5 veces mayor que en cualquier otra edad, precipitándose una sarcopenia progresiva que desemboca en un tejido disfuncional a la hora de evocar cualquier tipo de fuerza muscular que genera una dinapenia, y otros aspectos derivados de sus funciones, por tanto, debería considerarse más relevante la fuerza muscular más que la masa muscular.

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Preguntas frecuentes sobre el índice de masa corporal

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Referencias

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